lunes, 26 de mayo de 2014

cambios del bebe de la cuna a la cama


 
De la cuna a la cama


Es muy común, después de que el bebé empieza a dar sus primeros pasos, que su agilidad se vea redoblada. En esta etapa, el bebé probará una libertad mucho más grande de movimientos, lo que le dará más curiosidad por otras cositas y otros lugares de la casa, hasta llegar al punto de poder salir él solo de su cuna.

Su desarrollo es lo que le impulsará al cambio de la cuna a la cama. Un cambio que, por regla general, suele tener lugar a los dos o dos años y medio, o cuando el niño siente que la cuna ya no tiene tanto espacio para que él se duerma y se estire.

De la cuna a la cama: un gran cambio para el bebé

Muchos niños, especialmente los que tienen hermanos mayores, suelen dar este gran paso incluso antes de los dos años, por el simple deseo de imitar, querer hacer y portarse de igual manera que a su hermano mayor. Se sienten más estimulados a subir este gran escalón hacia la independencia.

Otros niños, al contrario, aunque les guste estar en camas grandes como la de sus padres, e incluso acepte la idea de irse a dormir en una cama sólo para él, se resisten a salir de la cuna. Eso es una reacción muy normal, ya que fue en la cuna donde él aprendió a conciliar el sueño, donde se siente protegido, arropado, y más seguro. La cuna ha sido su primer "madriguera".

Para animar y estimular un niño a que acepte un cambio nada mejor que dejarle que participe en la toma de algunas decisiones. En el caso de la cama, lo ideal es dejarle colaborar en todo lo que se refiere a la nueva cama. El niño podrá ayudar a elegir su nueva cama, elegir los colores y estampados de las nuevas sábanas, etc., ayudar en el desmonte de la cuna y saber donde la van a guardar, y así con todo.

Dependiendo del niño, hay casos en los que se necesita un periodo de adaptación, es decir, que el niño se vaya habituando paulatinamente a la nueva situación. Mientras sigue durmiendo por la noche en su cuna, déjale que juegue o duerma la siesta en la cama, hasta que se sienta más seguro en ella y haga el cambio definitivo. Al mismo tiempo, es necesario explicarle los motivos del cambio, valorando siempre su crecimiento y su tamaño. Y como si eso fuera poco, no dejes de llevarle a su cama el muñeco, la mantita o el juguete con el que dormía en la cuna.

La mejor cama para los niños
No existe en el mercado una cama ideal para los niños. La cama ideal es aquella que se adapte al crecimiento de vuestro hijo y al espacio que tenéis en su habitación, que su precio esté dentro de lo esperado, y que sea funcional. Sin embargo, a la hora de elegir la cama para tu hijo, tengas en cuenta

algunos consejos para su seguridad:



1- Que la cama no tenga esquinas puntiagudas que puedan hacer daño al niño.

2- Que en la cama se coloque una barandilla en una o en sus dos laterales, para evitar que el niño corra el riesgo de caerse.

3- Que la cabecera sea lo más sencilla posible, evitando los barrotes que ofrezcan peligro al niño

4- Que entre la cama y el colchón no queden espacios donde el niño pueda apretar una mano o un pie.

5- Que la cama no sea muy alta para evitar riesgos de algún golpe a los niños.
De la cuna a la cama


El paso de la cuna a la cama es una transición necesaria para el  desarrollo del bebe; es señal de que crece y de que se hace mayor. Se trata de un paso importante por lo que es cuestión de escoger el momento más adecuado y seguir algunos consejos que facilitarán el cambio al niño.





LO QUE DEBES SABER
No hay un momento preciso para hacer el cambio de la cuna a la cama, algunos padres creen que es cuando es capaz de ir al baño solo, otros cuando tienen entre 18 meses y tres años y medio, etc.
Un momento erróneo para trasladar el lugar de descanso del niño es en la llegada de un hermanito, pues ya es un cambio demasiado importante como para añadirle otro.
A los niños que nacen en segundo o tercer lugar les cuesta menos adaptarse al cambio porque tienen al hermanito mayor como ejemplo y quieren ser como él.

¿Cuándo es el momento para hacer el cambio?

El paso de la cuna a la cama no se rige por normas inflexibles o está determinado a una edad precisa. La mayoría de los padres deciden que es momento de hacer el cambio entre los 18 meses y los tres años y medio. Muchas veces, lo que les impulsa a hacerlo es la sensación de que la cuna de bebé le queda pequeña. Aunque el niño cabe, ya no duerme tan cómodo como antes, sobre todo si se mueve mucho por la noche. Además, es peligroso porque podría hacerse daño al golpearse con la cabecera o los


laterales.

Otras veces, en cambio, es el propio niño el que manifiesta si está preparado o no para el cambio y suele hacerlo alrededor de los tres años. Muchos niños, especialmente los que tienen hermanos mayores, suelen dar este gran paso incluso antes de los dos años, por el simple deseo de imitar, querer hacer y ser igual es que su hermano mayor. Se sienten más estimulados a subir este gran escalón hacia la independencia.

Si ya es capaz de ir al baño solo o ves que es muy grande o demasiado activo para estar en la cuna, ese debe ser el momento del cambio.


Cambio precipitado o antes de tiempo

Muchos padres sacan a su hijo de la cuna por una cuestión de seguridad, pues temen que salte la barandilla. Éste no debería ser el único motivo, ya que si el niño no está preparado para dormir en la cama, el cambio sería incluso más peligroso: podría entrar y salir de la cama a su antojo y caminar por la casa sin control mientras todos duermen.

Si esto ocurre, y el niño está inmaduro para el cambio, se debe bajar el colchón de la cuna lo máximo posible, de manera que las barandillas queden más altas y el niño lo tenga más difícil para saltar. También pueden colocarse unas redes o mallas para cunas que se fijan con velcros a las barandillas, creando una especie de toldo que mantiene al bebé seguro en su cuna.


Evitar que coincida con la llegada del hermanito

Otro motivo erróneo para trasladar el lugar de descanso del niño es la llegada de su hermanito. Si es un cambio logísticamente necesario, se debe hacer unos dos meses antes del nacimiento y no hacerlo coincidir exactamente con su llegada pues ya es un cambio demasiado importante como para añadirle otro.

La idea es que el niño esté completamente acostumbrado a su nueva cama antes de que el nuevo bebe se apodere de su cuna . Si el hermano mayor es todavía muy pequeño para el cambio en la fecha de nacimiento del bebé, se puede demorar el traslado a la cama a los tres o cuatro meses tras el nacimiento, ya que mientras el bebé estará en un moisés. Hay que asegurarse de programar esta transición según las necesidades del niño y no tan sólo por la necesidad de dejar un espacio para el bebé que está por llegar.

¿Y SI TODAVÍA NO ESTÁ LISTO?

Algunos niños simplemente no están listos para hacer la transición a la cama grande. La cuna tiene barreras visibles en forma de barandillas, pero la cama no. Para que un niño comprenda que una cama tiene "paredes imaginarias" dentro de las cuales uno debe permanecer es necesario que haya alcanzado un cierto nivel de desarrollo cognitivo. Si el niño tarda mucho en dormirse o se levanta muchas veces en el transcurso de la noche, lo más probable es que todavía no esté listo para pasar a una cama. Si el retorno a la cuna es necesario es importante no considerarlo como un retroceso en el desarrollo del niño y procurar que él no lo vea como un castigo.

La adaptación a la cama

Cada niño es un mundo, por lo que hay niños que se adaptan muy bien y a otros les cuesta un poco más. Una situación frecuente es que a los primogénitos les suele costar más cambio que a los niños que ya tienen hermanos mayores. Es posible que el niño esté realmente apegado a su cuna y a todos los sentimientos que le asocia (comodidad, seguridad, protección...). Además, el cambio a una cama grande es tan sólo uno de los muchos cambios que suelen ocurrir en esta etapa de su vida, y podría coincidir con su entrenamiento para ir al baño, el comienzo del parvulario y otras presiones sociales para que se porte como un "niño mayor". Si, además, hay un hermanito en camino, puede que el niño se sienta muy posesivo en relación a los objetos de su propiedad, incluyendo su cuna.

A los niños que nacen en segundo o tercer lugar, por el contrario, les cuesta menos adaptarse al cambio porque tienen al hermanito mayor como ejemplo y quieren ser como él.

CÓMO HACERLO MÁS FÁCIL

Para facilitar la transición al niño, es recomendable tener en cuenta unos consejos prácticos:
Mientras sigue durmiendo por la noche en su cuna, dejar que juegue o duerma la siesta en la cama, hasta que se sienta más seguro en ella y haga el cambio definitivo.
Explicarle los motivos del cambio, valorando siempre su crecimiento y su tamaño.
Procurar situar la nueva cama en el mismo lugar en el que estaba la cuna.
Mantener algún juego de cama o mantitas de la cuna para fomentar la seguridad del niño hacia “lo viejo conocido”.
Colocar una barandilla o barrera protectora en la cama para evitar que se caiga al suelo si se mueve mucho por la noche. La barrera debe tener un lugar libre para salir y entrar por si el niño quiere ir al lavabo.
Dejar que escoja el modelo de cama, las sábanas y los adornos. Puede elegir el color o el estampado con su personaje favorito.
Se puede celebrar el “día del cambio de cama” para motivar al niño y recordarle que se “hace mayor”.
Tener en cuenta que existen camas específicas para niños pequeños con la apariencia de una cama normal y que pueden incluso disponer de barandillas protectoras o bien estar decoradas o tener la forma de un coche, un tren…
Dejar que duerma con su muñeco, mantita o el juguete con el que dormía en la cuna.
Mantener un hogar seguro, ya que el niño es capaz de levantarse y deambular por la casa a sus anchas.

¿Cómo elegir la mejor cama?

No existe una cama ideal, así que la mejor será la que se adapte al crecimiento del niño y al espacio disponible en su habitación. Además, nos ayudará a elegir el hecho de que su precio esté dentro de lo esperado, y que sea funcional. Sin embargo, también hay que tener en cuenta algunos consejos para su seguridad:
Que no tenga esquinas puntiagudas que puedan hacer daño al niño.
Que en la cama se coloque una barandilla en uno o en sus dos laterales, para evitar que el niño corra el riesgo de caerse.
Que la cabecera sea lo más sencilla posible, evitando los barrotes.
Que entre la cama y el colchón no queden espacios donde el niño pueda meter una mano o un pie.
Que la cama no sea muy alta para evitar caídas importantes






La transición de la cuna a la cama marca un antes y un después en la autonomía del niño. Para que el traslado se realice sin traumas, y no derive en mayores problemas, es preciso buscar el mejor momento, hacerle entender el cambio, elegir bien la cama, cuidar la seguridad en el hogar y mantener los hábitos del sueño.

1. Buscar el mejor momento

No existe una edad mínima ni un límite máximo para pasar al niño de la cuna a la cama: cada caso es único. Sin embargo, en la mayoría, el cambio se produce entre los dos y tres años de edad y lo suele marcar, además, el tamaño del pequeño.


Un bebé de 90 centímetros, que ya pueda escalar, está listo para dormir en la cama

Ernesto Sáez Pérez, pediatra y autor de la obra '¿Qué le pasa a mi hijo?' señala que la regla general es "que si un bebé mide unos 90 centímetros y ya puede escalar y salir fuera de la cunita, ya está listo para dormir en la cama". Aunque, tal como apunta el pediatra, "algunos niños son muy agiles y consiguen saltar los barrotes antes de alcanzar esa altura; mientras que otros son más perezosos y ni siquiera lo intentarán".

En caso de niños más nerviosos, el traslado a la cama debe realizarse sobre todo para preservar la  seguridad del pequeño y evitar que se produzca alguna lesión cuando intente salir de la cuna.

En otras ocasiones, sin embargo, el cambio del bebé de la cuna a la cama puede marcarlo la necesidad de dejar la cuna libre para un nuevo miembro de la familia. En esta ocasión, es mejor no hacer coincidir el traslado con la llegada del nuevo hermano, como apunta el doctor Eduard Estivill en su manual 'Duermeté niño'. El paso se debe hacer "en una época en la que el niño esté tranquilo": en ningún caso debe coincidir con grandes momentos para el pequeño, como el comienzo de la guardería, la llegada de un hermanito o un cambio de domicilio.
2. Hacerle entender el cambio


El traslado del niño de la cuna a la cama implica un cambio notable para el pequeño

El traslado del niño de la cuna a la cama implica un cambio notable para el pequeño. Para que lo acepte sin problemas, es recomendable hablar con él y explicarle el porqué de la nueva situación, con argumentos como que "ya es mayor y, por eso, va ha dormir a partir de ahora como los mayores" o que "ya ha crecido tanto, que necesita más espacio para él y sus muñecos".

Es necesario, también, hacerle ver que la mayor libertad de movimiento que adquiere con la cama no implica que deba salirse de ella continuamente, sino que debe aprender a  respetar su sueño y el de los demás y solo levantarse cuando tenga que ir al baño (si ya está preparado para ello) o para otras necesidades importantes.
3. Elegir bien la cama

La nueva cama donde duerma el niño debe proporcionar a los padres la misma seguridad que la cuna. Por ello deben tener en cuenta algunos aspectos:
que no tenga esquinas punzantes para evitar golpes peligrosos para el niño.
preferiblemente, que tenga una altura adecuada para que el pequeño pueda subirse y bajarse de ella con comodidad.
es aconsejable colocar, al principio, una valla de seguridad en los laterales, para impedir las posibles caídas al suelo durante la noche.

si tiene barrotes en el cabecero, la distancia entre ellos debe imposibilitar que el pequeño pueda quedar atrapado.
4. Cuidar la seguridad del hogar

A partir del momento en que el niño pasa a la cama, es necesario extremar las precauciones en el hogar para preservar su seguridad en caso de que se levante solo por la noche. Hay que ser consciente de que lo que antes podía no representar ningún peligro, ahora si puede tenerlo. Algunas pautas que se deben tener en cuenta son:

tener cuidado de mantener cerradas las ventanas a las que pueda acceder con facilidad.

cerrar la puerta de la casa con llave.

 
 
no poner al alcance elementos tóxicos u objetos punzantes y peligrosos.

dejar una pequeña luz encendida para evitar tropiezos y que se desoriente si se levanta.

Mantener los hábitos del sueño

Respecto a la transición de la cuna a la cama, el doctor Estivill resalta que "es fundamental que el cambio se produzca cuando el pequeño tenga ya el hábito de dormir bien adquirido". Este aspecto es importante, sobre todo, para evitar que la noche se convierta en un continuo deambular de los padres al cuarto del pequeño; o viceversa, del niño al de sus padres.

En este sentido, es aconsejable mantener las mismas rutinas de sueño que se adoptaron cuando el niño dormía en la cuna.
No variar los horarios y mantener las mismas pautas (del tipo baño-cena-cama).
Dejarle que duerma del mismo modo, con su peluche u objeto habitual que le ayudan a conciliar el sueño.
Al principio, se le puede tapar con las mismas mantas o colchas de la cuna para que sus sensaciones no varíen tanto.
Si antes los padres le leían un cuento cuando se iba a la cuna, ahora pueden leerlo en la cama para que asocie su nuevo entorno de sueño con un momento agradable de su rutina.

Treparse por los barrotes y saltar de la cuna es una muestra más del proceso de independencia que inician los chicos entre los dos y los tres años. Llegó el momento, entonces, de que duerman en su cama. Medidas de seguridad, modos de contención y tiempos adecuados para encarar este importante cambio.


En el proceso de dejar de ser bebés, pocos hitos son más significativos para los chicos como el pasaje de la cuna a la cama. El espacio por excelencia de la infancia temprana se ve reemplazado por el lugar donde duermen “los más grandes”. Si bien algunos chicos encaran el cambio con entusiasmo, son muchos los que lo rechazan y sufren el proceso. Es importante, entonces, que los padres participen activamente en la transición y contengan a sus hijos en el inicio de esta nueva etapa.


El momento de pasar a la cama llega cuando los chicos logran treparse por los barrotes y salir de la cuna sin dificultad. Aunque sólo sea por una cuestión de seguridad, es en esta instancia cuando el cambio se vuelve urgente y fundamental, ya que se corre el riesgo de que se caigan y se lastimen.

Además, el traspaso de ese límite físico es una señal evidente del desafío que ellos mismos se ponen en este incipiente proceso de independencia. El salto de la cuna muestra que tienen otro tipo de autonomía y que buscan explorar nuevos espacios que antes resultaban inaccesibles.

Una vez que se reemplaza la cuna por la cama, entonces, llega el momento de inculcar el nuevo hábito en los chicos. “Es importante que este cambio sea festejado por toda la familia. Se debe vivir como un acontecimiento alegre que representa un paso hacia convertirse en 'mayor'”, sugiere Ana Scaliter, pediatra. Animarlos a que duerman algunas primeras siestas es una buena manera de empezar el proceso, de modo que se acostumbren de a poco al nuevo entorno.

La pediatra también hace énfasis en la importancia de mantener los mismos rituales que preceden al sueño. Leer un cuento, jugar o escuchar música, tal como se hacía en la etapa de la cuna, les dará seguridad y confianza. Advertirán así que el momento de ir a dormir no se modificó del todo.

Los objetos que rodeaban a los chicos en su cuna también deben acompañarlos en el nuevo espacio. Es bueno que los ositos, la manta y cualquier otro juguete que les resulta familiar siga presente a la hora de dormir.


Encarar el cambio de manera divertida también es bueno. Elegir el modelo y el color de la nueva cama es un ritual que los padres pueden compartir con los chicos. La remodelación del cuarto para ubicarla también es

una actividad que puede resultar atractiva.

Es importante, además, no obligar a los chicos a hacer el cambio abruptamente. Es frecuente que las madres lo encaren cuando, ante la inminente llegada el segundo hijo, advierten que necesitan la cuna. Los chicos pueden vivir el pasaje en ese momento como una pérdida de territorio y el proceso se volverá más dificultoso y traumático. Un tiempo prudencial de preparación es indispensable. Marina, mamá de Jazmín, cuenta: “Cuando nació mi segundo hijo, decidí pasar a Jazmín a una cama y así dejar la cuna para el bebé. Cuando ella se dio cuenta del motivo del cambio, se sintió totalmente desplazada. El paso fue muy conflictivo y le llevó mucho tiempo adaptarse. Si lo hubiera hecho antes de la llegada de su hermanito, lo habría vivido como un logro de una nena grande”.

En materia de seguridad, es aconsejable que se tomen algunas precauciones durante la etapa de adaptación al nuevo espacio:

Colocar un colchón en el piso, al lado de la cama, para amortiguar una eventual caída.
Ubicar un lado de la cama contra una pared para reducir el riesgo de una caída.
Elegir una cama baja. Se pueden ver modelos con barrote lateral.
Optar por una cama con cabecera o piecera, de manera que los chicos sientan un límite en alguno de los dos extremos.

Cuando llegue el momento de dar el paso, existe un componente clave para hacerlo menos dificultoso: la comunicación. Si los padres conversan con sus hijos sobre el cambio y estimulan a los chicos a expresar sus miedos y ansiedades respecto de la nueva etapa, el pasaje resultará más armónico y placentero para toda la familia.
 
 

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