lunes, 26 de mayo de 2014

la union entre una madre y su hijo


el afecto entre una madre y su hijo

La unión entre una madre y su bebé es uno de los vínculos más fuertes que existen en la naturaleza. Los demás amores vienen y van, pero una vez que te has apegado a tu bebé, lo más seguro es que esta unión dure toda la vida (¡y no es porque te guste la idea de tener que cambiar pañales!).

El amor que sientes por tu hijito no es simplemente intelectual o cultural, como podría ser tu amor por otras personas, sino que forma parte de tu ser. Como madres y padres — naturales, adoptivos y hasta padrastros y madrastras — estamos "programados" para formar fuertes lazos afectivos con nuestros hijos, y tu hijo también está hecho para sentir esta fuerte conexión contigo.

A lo largo de los años, los científicos y especialistas en desarrollo infantil han descubierto detalles fascinantes acerca de esta conexión natural entre padres e hijos. Sus hallazgos nos ayudan a comprender por qué nos volvemos verdaderos "adictos" a nuestros bebés y por qué seguimos amando profundamente a nuestros hijos a medida que crecen, a pesar de sus berrinches, pleitos y discusiones.



El vínculo que tienes con tu hijo cambiará con el pasar de los años, pero su importancia no disminuye nunca.
El embarazo: Amor antes de la primera vista

No te sorprendas si ya te sientes enamorada de tu bebé antes siquiera de conocerlo. Los futuros papás a menudo sienten una poderosa mezcla de emociones y anticipación, y estos sentimientos ayudan a crear el escenario para tu relación con el niño que va a nacer.


Cuando estás embarazada, tus poderosas hormonas de mamá también empiezan a formar la base de este vínculo afectivo con tu bebé. Estas hormonas se producen durante todo el embarazo y se vuelven más fuertes cada semana.

A medida que se va acercando la fecha prevista para el nacimiento, tu cerebro empieza a producir cantidades cada vez mayores de la hormona oxitocina, cuya función es la de despertar y fortalecer tus instintos maternales.

También conocida como la "hormona del amor", la oxitocina es la responsable de las actitudes más maternales en los animales, desde los monos hasta los ratones, como cuidar, acurrucar y limpiar al bebé.
En las mamás que están embarazadas, la principal función de la oxitocina es reducir el estrés y a la vez aumentar el deseo y la ilusión de prepararse para la llegada del bebé.

Esta hormona ha sido tema de muchos estudios científicos en los últimos años. Algunos estudios con animales sugieren que la oxitocina cumple un papel importantísimo en muchos de los comportamientos sociales, desde la crianza de los bebés hasta la formación de relaciones sólidas y duraderas.

Los animales que no producen oxitocina ignoran a sus crías y buscan diferentes parejas cada temporada. Los animales de especies que sí producen la hormona tienden a ser padres cuidadosos y a formar parejas duraderas. O sea que cuando tu organismo empieza a bombear más oxitocina durante el embarazo, es como si por tus venas estuviera circulando más amor.

Tu bebé también empieza a crear un fuerte vínculo afectivo contigo, incluso antes de nacer. Los estudios demuestran que su corazoncito late un poco más fuerte cuando escucha tu voz, cuyo sonido seguirá estimulándolo y reconfortándolo durante muchos años.

Si eres el papá, o una mamá o un papá adoptivo que está esperando la llegada de su bebé, o el papá o la mamá secundario en una pareja del mismo sexo, no sentirás los efectos de estos cambios hormonales ni del acercamiento físico que experimenta una mujer embarazada con su bebé desde antes del nacimiento. Pero no te preocupes, porque tu vínculo afectivo con tu hijito, como papá, no quedará perjudicado.

Los bebés, y también los niños más grandes, tienen la capacidad de formar fuertes vínculos con cualquier persona que los cuide y responda a sus necesidades físicas y emocionales. Según la teoría del apego (el principio psicológico básico que rige las relaciones humanas) las personas de todas las edades crean vínculos fuertes y profundos con otras personas que les proporcionan seguridad y apoyo.

La habilidad y el deseo de formar esta clase de uniones es algo que jamás perdemos, o sea que nunca es demasiado tarde para crear un vínculo afectivo con un niño, dice Carol Wilson, una psicóloga de Franklin & Marshall College en la ciudad de Lancaster, Pensilvania. "Cualquier persona que lo cuide puede convertirse en una figura muy querida y cercana", explica.
Tu bebé y tú: dos adictos al amor

Cuando estás de parto, a medida que las contracciones progresan, el flujo de oxitocina en tu cerebro y en tu sangre se va transformando en un torrente. Entre sus muchas funciones, esta hormona es la responsable de las contracciones uterinas y de empezar a estimular la producción de leche materna (funciona tan bien que los médicos a menudo les administran pitocina, que es una forma sintética de la oxitocina, a las mujeres a través de una sonda intravenosa para inducir el parto.)

Cuando tengas en brazos por primera vez a tu recién nacido, ya estarás prácticamente nadando en oxitocina. Esta poderosa hormona es capaz de echar a un lado la fatiga y el dolor del parto, y sustituirlos por una gran sensación de euforia y amor.

De acuerdo con el pediatra y especialista en desarrollo infantil Marshall Klaus, el poder de la oxitocina es tan grande que en los hospitales donde se permite que las madres tengan en brazos y amamanten a sus bebés durante la primera hora tras el parto, los casos de bebés abandonados son prácticamente inexistentes.

Pero no creas que los hombres son inmunes a los encantos de sus bebés o a los efectos de la oxitocina. Al igual que les sucede a sus parejas, los papás también reciben una buena dosis de la hormona del amor cuando ven por primera vez a sus pequeños. Eso explicaría las fuertes e inesperadas emociones que muchas veces arrebatan a los papás en la sala de partos.


Los papás también pasan por otros cambios biológicos significativos. Un estudio realizado en Canadá en 2001 concluyó que, en los hombres, los niveles de la hormona testosterona tienden a disminuir (al menos durante los primeros meses) cuando son padres por primera vez. Más intrigante aún es el hecho de que algunos hombres empiezan a producir más estrógeno, lo cual podría ser una prueba del poder transformador de la paternidad. Según Diane Witt, neurocientífica de la Fundación Nacional de Ciencias (National Science Foundation), el estrógeno hace que el cerebro sea más sensible a la oxitocina, y esto puede estimular en los padres el deseo de amar, cuidar y proteger a sus bebés.


La oxitocina, sin embargo, no es el único componente químico del amor. También la dopamina, que es la base de las sensaciones de placer y bienestar en el cerebro, cumple un papel importante en el desarrollo del apego, tanto para ti como para tu bebé. Siempre que tienes en brazos, amamantas o meces a tu bebé los dos reciben una dosis de esta sustancia como recompensa.

Mientras tú disfrutas la agradable sensación que te brinda, la dopamina que recibe tu bebé le está ayudando a conectarse emocionalmente contigo. En 2004, un grupo de estudiosos italianos sacó esta conclusión al observar el comportamiento de bebés ratones. A los ratoncitos que no podían sentir la dopamina no parecía importarles si su madre estaba presente o no. Este experimento es la principal evidencia de que la dopamina cumple un papel crucial en el apego entre madre e hijo. Los padres adoptivos también disfrutan los efectos de la oxitocina y la dopamina cuando están con sus hijos, dice Witt; y también los hijos adoptivos, como todos los niños que han desarrollado un apego sano con quienes los cuidan, reciben dosis frecuentes de dopamina al estar con sus padres.

Por cierto, la dopamina es la misma sustancia que les da la sensación de bienestar a las personas que usan drogas como la heroína o la cocaína. En el fondo, los adictos a las drogas no buscan más que la misma sensación que fluye naturalmente en una relación ideal entre padres e hijos. La diferencia es que el amor paternal es infinitamente más sano.

¿Qué pasa si no siento ese fuerte apego inmediatamente?

Más o menos el 30 por ciento de las madres no se sienten inmediatamente enamoradas de sus bebés, y a menudo esto se debe a que el niño, o el proceso de nacimiento, no correspondió a sus expectativas. En estos casos, la decepción, el estrés y el agotamiento a veces ahogan las fuertes hormonas del amor, pero no por mucho tiempo. La gran mayoría de los padres desarrollan un fuerte vínculo afectivo con sus bebés durante los primeros meses.

Carrie Hook, una consejera que trabaja en programas de prevención de abuso infantil quien también es madre de tres niños, explica que no tuvo la oportunidad de apegarse a su primer bebé desde el primer instante. Tras un largo y doloroso parto, su pequeña hija Madison nació con un poco de meconio en los pulmones y las enfermeras se la tuvieron que llevar inmediatamente.

A Hook no le permitieron amamantar a su hijita o sostenerla siquiera durante al menos ocho horas. Cuando finalmente se la trajeron, a la mamá le costó conectarse con la pequeña que tenía en brazos y no dejaba de llorar. "Siempre imaginé que mi bebé nacería y me enamoraría instantáneamente de ella", cuenta Carrie Hook, "nunca pensé que tendría que controlarme para no rechazarla". De repente, Carrie ya no estaba tan segura de estar lista para ser madre.

Carrie Hook siempre les cuenta su historia a otras mamás a quienes les preocupa la posibilidad de no conectarse inmediatamente con sus bebés. Su historia tiene un final feliz: con el tiempo la pequeña Madison dejó de llorar, Carrie empezó a sentirse más confiada como madre y las dos se enamoraron profundamente.

Si no te es posible tener en brazos a tu bebé inmediatamente después de dar a luz, no te desesperes. En realidad no hay una "ventanita" mágica que hay que aprovechar antes de que desaparezca la oportunidad, explica Witt, la neurocientífica de la Fundación Nacional de Ciencias. Tanto en los casos de padres adoptivos, padres de bebés prematuros, mujeres que tienen complicaciones durante el parto y muchas otras ocasiones en que la mamá no puede estar con su recién nacido inmediatamente, no faltará tiempo para que los dos se apeguen y se enamoren.


Sin embargo, si tu bebé nace prematuro y tiene que permanecer unos días o semanas en la incubadora, insiste en pasar el mayor tiempo posible a su lado, y lo más pronto posible, por el bien de tu bebé. Estudios recientes demuestran que el contacto piel a piel con la madre, conocido como el "método canguro", es una de las mejores terapias que hay para los bebés prematuros.

Las caricias de papá no son menos importantes para el bebé, y pueden calmarlo tanto como las de la mamá. Un estudio con bebés prematuros en unidades neonatales de cuidados intensivos demostró que el cariño de papá puede producir beneficios profundos y duraderos. Los bebés que recibieron visitas de sus papás regularmente, no sólo aumentaron más peso durante su estadía en el hospital, sino que también mostraron un mejor desarrollo emocional 18 meses después, probablemente porque continuaron recibiendo mucha atención de parte de sus padres al salir del hospital.

De la misma forma, si tienes un parto con cesárea y no puedes tener en brazos a tu bebé inmediatamente, pídele a papá que lo haga. Un estudio realizado en 2007 con bebés nacidos mediante cesáreas señaló que el contacto piel a piel con el papá reducía el llanto del bebé y los inducía a echarse su primera siesta fuera del vientre de mamá.

El amor crece con el tiempo, tanto para ti como para tu bebé. Si estás con tu hijito durante la primera hora en que esté despierto, puede que te mire a los ojos y memorice tu rostro, o al menos una versión borrosa de tu rostro. Más adelante, sus primeras sonrisas les ayudarán a los dos a acercarse aún más. Un estudio publicado en la revista Pediatrics en 2008 reveló que cuando las madres miraban fotos de sus propios bebés sonriendo, se iluminaban en sus cerebros las área asociadas con la sustancia química dopamina, responsable de la sensación de placer y bienestar.

Sin embargo, los vínculos emocionales significativos contigo y con otras personas importantes en su vida no se desarrollarán hasta que tu bebé tenga entre 7 y 8 meses de edad, explica Julia Braungart-Rieker, una profesora adjunta de psicología en la Universidad de Notre Dame, en Indiana (EE.UU).

Tu bebé se apegará mucho a las personas que lo tengan en brazos cuando llore y lo alimenten cuando tenga hambre. Sentirá tu falta cuando te alejes y se pondrá feliz cuando regreses. No se tratará exactamente del "amor" que conocemos como adultos, pero será el sentimiento más fuerte y profundo que conocerá hasta ese momento.

Recuerda: Es imposible "malcriar" a un bebé con demasiado amor, atención y cariño, asegura Emma Adam, una psicóloga especializada en el desarrollo en la Universidad del Noroeste (Northwestern University). Cuando reconfortas a tu niño, estás construyendo una base de confianza y afecto que durará toda la vida.

De 12 a 36 meses: ¿Son las pataletas una muestra de afecto?

El vínculo entre tu hijito y tú se va haciendo más fuerte a medida que tu niño crece, aunque parezca que se pasa la mayor parte del tiempo gritando y pataleando. De hecho, esos berrinches son una prueba del estrecho lazo que existe entre ustedes dos.

Las pataletas de los niños pequeños son más o menos como las peleas de los enamorados, aclara Emma Adam. "Sólo son capaces de llorar descontroladamente porque te quieren mucho", dice ella. En otras palabras, tu niño jamás podría sentirse tan decepcionado o enojado si antes no hubiera confiado profundamente en ti.

Aunque te sientas increíblemente frustrada con tu niño en esta edad crítica, eso no significa que vayas a dejar de quererlo. Recuerda que tienes la naturaleza a tu favor. Científicos británicos escanearon el cerebro de 20 madres mientras miraban fotos de sus propios niños de 12 a 36 meses. El área del cerebro responsable del placer (la zona que también está relacionada con el amor romántico) se encendió como un árbol de Navidad. El área que juzga y critica, sin embargo, prácticamente se apagó por completo.

A la mamá Jen Harrington ciertamente le cuesta ver cualquier aspecto negativo en su hijo, incluso ahora que ya cumplió 5 añitos. Era uno de esos chiquitines angelicales y muy buenos que los otros padres envidian ("cuando era bebé, a veces bromeábamos que le íbamos a pinchar para comprobar si verdaderamente era capaz de llorar", cuenta ella). Pero esa admiración por su buen comportamiento no les impide ni a ella ni a su marido estar igualmente enamorados de su hijita Abigail, quien llora y grita sin parar y tiene de testaruda lo que su hermanito tiene de tranquilo y bien portado.

"Antes de que naciera mi hija, me preocupaba no poder amar a otro niño de la misma forma que amo a mi hijo Josh", dice Jen Harrington, "pero ahora sé que sí puedo".

Tu niño ahora conoce una amplia variedad de emociones. Si permaneces en una tienda con él más de 15 minutos, es muy probable que las observes todas. Pero aún no comprende totalmente el concepto de "amor" como tú lo comprendes. A esta edad, los niños a menudo usan la palabra amor para demasiadas cosas: dicen que te aman, pero también dicen que aman a sus libros y juguetes, o su cereal favorito (no olvides que éstas son las mismas criaturitas que suelen llamar "guau-guau" a todos los animales de cuatro patas.)

De todas formas, no dudes que ocupas un lugar muy especial en el universo de tu niño. Él sabe bien lo importante que eres y cuando algo le duele o necesita cariño, no corre a pedirle ayuda a sus juguetes ni a la caja de cereal. "Los niños buscan la ayuda de las personas en quienes más confían", explica Braungart-Rieker, la psicóloga de la Universidad de Notre Dame.
Los preescolares y los niños grandes: Un amor más refinado

No te asustes si a medida que tu niño crece empieza a ocultar sus sentimientos. En parte, esto ocurrirá por la presión que siente de mostrar a sus compañeritos que ya es mayor, y en parte porque a esta edad, expresar todo lo que siente sería muy agotador para un niño.


Por otro lado, algunos los niños mayores son increíblemente afectuosos. Josh, el hijito de Jen Harrington, actúa como si sus padres necesitaran constantemente sus demostraciones de cariño. "Cuando lo llevo al colegio, no puedo despedirme sin que antes me diga cuánto me quiere", cuenta Jen.

Pero aunque tu niño no te abrace a cada instante, verás que manifiesta su amor de muchas otras maneras. A algunos les encanta revelarte todos sus secretos, mientras que otros son naturalmente más reservados. Lo importante para que el amor fluya en ambos sentidos es que estés siempre disponible y lista para escucharle cuando tu niño te necesite.

Ese amor posesivo y "empalagoso" de la primera infancia poco a poco se transforma en algo más intenso y complicado. Tu niño ahora es capaz de sentir empatía hacia ti y los demás, y empezará a amarte por ser quien eres, y no sólo por ser quien lo cuida.

Como preescolar, puede que disfrute dormir una noche en casa de la abuelita, aunque no tardará en implorar que vayas a recogerlo. Al mismo tiempo, empezará a querer ser más independiente, lo cual significa que ahora más que nunca necesitará tu amor y apoyo.

"Aunque parezca contradictorio, cuanto más seguridad le des a un niño, más independiente podrá ser", dice la psicóloga Emma Adam.
Incluso cuando esté luchando por ser su propia personita, tu niño no logrará romper el fuerte vínculo que lo une a ti. La conexión que hay entre los dos viene desde que estaba en tu vientre, y se ha ido fortaleciendo a través del cariño, los recuerdos y, cómo no, las hormonas.

Cuando una madre asiste a una presentación de teatro en la escuela de su pequeño de 8 años, recibe una pequeña dosis de oxitocina, que literalmente le produce recuerdos de las primeras horas con su bebé. Cuando los padres, padrastros o padres adoptivos besan una herida para que se "ponga buena" o ayudan a su hijo con la tarea escolar, están fortaleciendo un vínculo que durará muchos años. Y eso es suficiente para que se vuelvan a enamorar completamente.
siete maravillosas Señales de que tu hijo te ama de verdad
Desde antes del nacimiento, cada día que transcurre, tu hijo te da señales que expresan su amor incondicional por ti. Éstas son las siete maravillas que reflejan cómo crece el amor entre una mamá y su hijo:

1. Tu recién nacido te mira fijamente a los ojos: eso significa que se está esforzando por memorizar tu fisonomía. No entiende nada más sobre el mundo al cual acaba de llegar, pero ya sabe que eres importante para él.

2. Tu bebé piensa en ti incluso cuando no estás presente. Entre los 8 y los 12 meses de edad, empezará a fruncir el ceño y buscarte por todos los lados cuando salgas de la habitación, y sonreirá cuando regreses.

3. Tu niño de 12 a 36 meses tiene berrinches espeluznantes. No te asustes, porque esas terribles bullas no significan que te ha dejado de querer. La verdad es que no se sentiría con la confianza de mostrarse tan lastimado o enojado si no estuviera seguro de que lo seguirías amando después de la pataleta.

4. Tu niño de 12 a 36 meses corre hacia ti para que lo consueles cuando se cae o está triste. A esta edad los niños aún no entienden completamente el significado de las palabras "te amo", pero sus actitudes te lo dicen todo.

5. Tu preescolar te regala una flor recogida en el jardín, un corazón pintado con sus deditos, una piedra de colores o algún otro obsequio muy especial.

6. Tu preescolar quiere tu aprobación. Trata de ayudarte en todo lo que haces y busca oportunidades de llamar tu atención. "¡Mírame, Mami!" son sus palabras favoritas.

7. Tu niño en edad escolar te cuenta sus secretos, como su primer amor o algo muy vergonzoso que le ha pasado. Eres su confidente, aunque en público huya de tus abrazos y besos.

El amor de madre es distinto a los otros amores: No conoce la traición y jamás lastima intencionalmente.

El amor de madre es universal e inalterable. Puede que haya alguna diferencia en la forma, pero la esencia se mantiene.

El amor de madre posee la facultad de multiplicarse sin perder fuerza. No baja con el número de hijos, sube, crece, se desparrama y se riega en cada uno de los vástagos.

El amor de madre no se agota. Puede que se canse de lidiar con la prepotencia infantil, pero el efecto no decae. El sentimiento parece interminable.

El amor de madre no mide consecuencias. Es incondicional por definición y no espera retribuciones. Darían la vida sin pestañear, y prefieren el dolor propio al de los hijos.

El verdadero amor de madre nunca deserta; por el contrario, el hijo problema, el necesitado, el preocupado, el enfermo, es al que más se atiende.

El amor de madre está diseñado para que la vida perdure. Somos la especie que más cuidados necesita para sobrevivir y que más demora en volverse autosuficiente.

Sin duda es la réplica más grande del Amor de Dios que vivimos segundo a segundo de nuestra vida. Y muchas veces no lo reconocemos.

Que el Dios de la vida bendiga y renueve tu vocación y entrega. Felicitaciones en tan grandioso día.

Celos de madre. El amor de nuestro hijo no puede ser exclusivo

Somos y seremos su primer amor, pero no podemos dejar al niño encerrado en nuestro celo exclusivo: no es bueno para ninguno de los dos. Que tenga una vida afectiva rica es la prueba de que lo hemos amado bien.

Es duro ver que nuestro niño se lleva bien con su canguro o se arroja a los brazos de sus abuelos. No es que no nos quiera. Todo lo contrario: solo puede establecer buenos vínculos con otros si ya lo tiene sentado con mamá
La mamá, su primer amor

La primera muestra de cariño que recibe el bebé es la leche, su primer objeto de amor es el pecho que le da de comer. A medida que crece bien alimentado, bien amado, su mundo también crece y empieza a incluir a otros. Si fue atendido, consolado, mimado, si sus necesidades fueron prontamente satisfechas, se acercará a los otros bien dispuesto, esperando de ellos lo mismo que puede esperar de su madre: afecto y satisfacciones.

Es la madre, con su actitud, la que permite al niño querer a otros. Es ella la que, al ver con buenos ojos que el hijo establece vínculos afectuosos, le enseña que eso está bien. Así, por amor a mamá, el niño amará a los otros.
El papá

Es verdad que a veces da como para ponerse celosas: nos pasamos todo el día detrás de los niños y sus necesidades, pero el padre es el Dios número uno.

En fin, habrá que aceptarlo, el amor por la madre no despierta suspiros románticos. Es más visceral, más de primera necesidad.

Pero no hay que olvidar que el lugar del padre lo crea la madre. Porque, aunque el mundo del niño al principio sea exclusivamente su mamá, el mundo de la madre, afortunadamente, no termina en el hijo. Ama, además, otras cosas, a otras personas. Y el padre, que ocupa un lugar tan importante en el cariño de la madre, también es por fuerza importante para el niño.

Es tarea nuestra animar y asistir al papá en los primeros cuidados del recién nacido para que se sienta confiado y eficiente.

Más que ponernos celosas de que el padre despierte en los hijos un amor tan intenso, debemos sentirnos orgullosas. Sin duda que él lo merece, pero nosotras contribuimos, ¡y no poco!, a ese sentimiento.
La canguro

Es verdad que lo deseable, según los expertos, es que hasta los dos o tres años sean los padres los cuidadores más próximos de su hijo. Pero si la mamá ha decidido trabajar por cuestiones económicas o por elección propia, y se ha procurado una buena canguro para el niño, sin duda es lo mejor.

El niño será cuidado tal como ella lo disponga: las instrucciones a quien nos sustituya deben ser precisas y completas, porque es la madre, aun cuando esté ausente, la que tiene el control sobre qué debe hacer y no hacer su niño.

Además, cuando elegimos a la canguro, también elegimos ciertas cualidades personales como la simpatía, la ternura... Que nuestro hijo se lleve bien y esté contento con ella es la mejor prueba de que nosotras no nos equivocamos. Deberíamos estar felices y desterrar esa pizca de celos que nos asaltan cada vez que volvemos a casa.
Los abuelos y los amigos

Es muy positivo para el desarrollo del niño que cedamos el protagonismo por un rato. No hay competencia entre el rol de la madre y lo que el hijo siente por ella, con el lugar de la abuela, por ejemplo, y el amor que le tiene su nieto.

Es muy importante que la mamá sume vínculos amorosos a la vida del niño. De hecho, nosotros también queremos a más de una persona. Y eso no significa que amemos menos a nuestro hijo.

Además, propiciarle vínculos afectuosos, dándole seguridad en sus relaciones con el resto de la familia, es otra manera de amarlo y de ayudarlo en el necesario camino de su independencia.

Aunque los abuelos le brinden ese aplauso sin límite y una complacencia total a todos sus caprichos, nunca ocuparán en el corazón del niño el lugar que pertenece a la madre.

Trucos para espantar los celos

Cuando veamos a nuestro niño loco de amor por otro, antes de sucumbir a la desesperación pensemos que:
El amor no es como un pastel, que si le damos un trozo a uno se lo quitamos a otro.
Un niño amoroso demuestra el afecto que ha recibido y que, por eso, está en condiciones de dar. Si es capaz de acariciar es porque fue acariciado.
En todos los momentos en los que su amor se dirige a nosotras, en esos rounds de cariño madre-hijo, sabemos que somos irreemplazables.


El correcto desarrollo emocional del bebé depende, en gran medida, del afecto que los padres hayan dado generosamente al bebé durante sus primeros meses. Este cariño, este afecto y este amor incondicional que sienten todos los padres por su bebé recién nacido es necesario para él y estimula completamente su sistema límbico para establecer relaciones con sus adultos de referencia.

El bebé cuando nace está indefenso. Ha estado nueve meses en la tripa de su madre y no puede tener un desarrollo psicológico muy independiente de su madre. Necesita que le acurruquen, que le acaricien, estar contacto con su madre que hasta ahora es lo que ha vivido.
La importancia del afecto de los padres durante los primeros meses del bebé



La madre es quien va definiendo al bebé mostrándole los límites del cuerpo. El bebé tiene una sensación extraña del mundo externo que le rodea, que es nuevo para él; por lo que va a interactuar, al principio, con el medio de forma insegura, va a explorar todo, y será la madre quien le tenga que mostrar qué es cada cosa.

Está claro que la madre está aún en el proceso de recuperación del parto y no se encuentra completamente bien, por lo que esta circunstancia, es posible, que le afecte en su vinculación con bebé. Por eso, es muy importante el papel del padre en estos momentos, pues será quien dará apoyo a la madre y le proporcionará al bebé el cariño necesario.

En cuanto al desarrollo físico, aún no se han producido grandes movimientos o cambios, el bebé pasa muchas horas durmiendo y suele estar tranquilo la mayor parte del día. Va moviendo brazos y piernas, pero muy poco a poco.

Los juguetes deben adaptarse a la edad del bebé. Los juguetes de 0-3 meses suelen tener formas redondeadas y están diseñados con colores contrastables para llamar su atención, ya que su visión aún no está definida. En esta etapa, la misión de los padres es tratar de estimularle, acompañándole en su desarrollo. Mediante nuestra observación, veremos lo que más le gusta y lo que le llama la atención.

Al principio, el bebé empezará siguiendo los objetos con la mirada y más adelante empezará a cogerlos. Para elegir los juguetes debemos tener en cuenta varios aspectos. En primer lugar, el tamaño. Debe ser adecuado a su mano. Si es pequeño, lo podrá coger bien al igual que coge nuestro dedo. También debemos fijarnos en la edad a la que va dirigida el juguete, y tener en cuenta que su atención es muy escasa aún, por lo que no debemos forzarle a estar mucho rato fijando la atención porque no son capaces aún.

Es importante que vaya conociendo su cuerpo. Hacia los tres meses aparece la sonrisa social, que nos muestra que ya va entrando en contacto con el mundo externo. Es una edad en la que la madre y el bebé interactúan juntos con el apoyo de papá. Debemos tener en cuenta que estimular no es acelerar el proceso de aprendizaje, sino acompañarle en su desarrollo

El afecto y la dedicación de mamá son determinantes en el desarrollo del bebé

Esto debe brindarse desde la gestación, pues las madres son completas figuras de amor y seguridad.

Es cierto, muy cierto que sobre la madre recae la mayor, por no decir toda, la responsabilidad del bienestar, alimentación y cuidados de un bebé. Sin embargo, no es solamente el cumplimiento de esas tareas y la satisfacción de todas las demandas de un hijo lo que hace madre a una madre, sino el amor que sea capaz de prodigarle desde el mismo momento en que sabe que lo espera.

“La madre es la persona más importante en el primer contacto que el bebé establece con el mundo exterior, pues a partir de él, se empieza a formar un vínculo afectivo que es determinante para la salud emocional y mental del niño”, explica la sicóloga Gloria Casas.

Sin embargo, las futuras madres no deben esperar hasta el momento del nacimiento para construir los cimientos de ese vínculo, pues la mejor manera de preparar el terreno que le dará piso afectivo al bebé es planeando y preparando el embarazo con anticipación.

Esto no significa solamente decorar una habitación y comprar una serie de artículos para recién nacidos sino, principalmente, ser consciente de que ya no podrá vivir solamente en función de ella, que habrá una nueva persona en su vida que requiere de su dedicación, tiempo, paciencia, cuidados y que dependerá ciento por ciento de ella y de su amor para sobrevivir.

Por eso mismo, es esencial que la madre desee concebir, pues esto equivale a su disposición de dar amor aún antes de que el bebé exista. También es importante que desde la gestación le hable al bebé y le haga sentir que es importante en su vida y que va estar protegido cuando llegue al mundo.

Con bases fuertes“Una vez el bebé ha nacido, todas las actividades que la madre realiza con él y para él van dejando lo que se denomina la impronta; es decir, la marca del afecto”, sostiene la doctora Casas.

La especialista comenta que esa marca cumple dos funciones en la vida del niño. Por un lado, es su primera ‘lección’, pues él amará en el futuro de la misma manera y con la misma intensidad como lo ama la madre y, además, aprenderá a expresarlo de una manera similar. “Es como si la madre le enseñara que tiene la capacidad de amar, pero también el derecho de ser amado”, dice la especialista.

Por otro lado, esas primeras demostraciones de afecto que recibe, le sirven como reserva para su vida, pues le brindan la sensación de protección y seguridad. “Si el bebé se siente amado, sabe, de una manera sensitiva, no racional, que es importante y a partir de allí empieza a construir su autoestima”, asegura Casas.

La sicóloga infantil María Isabel Guerrero reafirma que la figura de la madre le da principalmente seguridad y estabilidad al bebé.

Por eso mismo, es fundamental la dedicación y el tiempo que la madre pueda

ofrecerles a sus hijos, pues en palabras de la doctora Guerrero, “el ser humano es la única especie de la naturaleza que, literalmente, para vivir necesita del acompañamiento y protección de su madre por un largo periodo de tiempo, para aprender a desenvolverse en el mundo”

El apego emocionalGuía. Si desde la concepción se construye una relación amorosa y estable entre madre e hijo, esta genera un fuerte apego emocional.

“Esto no significa dependencia, sino que permite que los hijos estén seguros de que tendrán siempre a alguien con quien contar, no solo en los primeros años de vida, sino también en la adolescencia y la edad adulta”, afirma Casas. A propósito, la doctora Guerrero comenta que la adolescencia es más fácil de superar y sobrellevar si la relación entre madre e hijo es sólida, pues es en esa etapa en la que se están definiendo y forjando muchos aspectos de la personalidad, lo que más se necesita es el apoyo de alguien que sirva como guía, como faro o como punto de referencia.

Afecto, la base de relaciones futuras

La sicóloga infantil María Isabel Guerrero afirma que el vínculo entre madre e hijo “marca todas las demás relaciones que el bebé puede llegar a construir durante el resto de su vida”. De la misma manera en que el niño aprende de y con su madre a comer, caminar, hablar e ir al baño, entre muchas otras cosas, igualmente aprende a acariciar, mirar, amar y a entregarse.

“Si en la infancia el niño recibe amor, está capacitado en el futuro para ofrecerlo. Pero, si crece en compañía de una madre poco afectuosa, sus relaciones podrían tambalear”, afirma Guerrero.

En ese sentido, la sicóloga infantil también comenta que es posible que si la madre es ansiosa, nerviosa e insegura, se establezca en su hijo ese mismo patrón de interacción social. “Es muy probable que el niño también actúe de la misma manera. Por ejemplo, los hijos de madres tímidas, suelen ser tímidos, al menos hasta los 8 años, que es cuando empieza a desarrollarse y a dar a conocer su personalidad”, asegura la doctora Guerrero.

Por si no fuera poco, la sicóloga infantil sostiene que no es un mito que las personas en la edad adulta, cuando establecen una relación de pareja, recuerdan de alguna forma los esquemas de afecto que recibieron en su infancia.

“No es que un hombre busque casarse con una mujer igual a su madre, pero sí que busque en su pareja las características favorables que la madre tenía o las totalmente opuestas a las que le chocaban. Por ejemplo, si tuvo una madre excesivamente ordenada y eso le disgustaba, es probable que quiera encontrar una pareja más bien desordenada, o si su madre era decidida y él admiraba esa actitud, él querrá una mujer segura y capaz”, dice la especialista.


La propiedad más importante del ser humano, es su capacidad de formar y mantener relaciones. Estas son absolutamente necesarias para que cualquiera de nosotros pueda sobrevivir, aprender, trabajar, amar y procrearse.

Las relaciones humanas toman muchas formas, pero las más intensas, las que producen mayor placer y a veces mayor dolor, son aquellas con la familia, amigos y personas amadas. Dentro de este círculo interno de relaciones íntimas, quedamos vinculados o adheridos unos a otros con un “adhesivo emocional”, vinculados o adheridos con amor.

La habilidad individual para formar y mantener relaciones haciendo uso de este “adhesivo emocional” es diferente en cada uno de nosotros. Algunos parecen ser “naturalmente” capaces de amar y establecer relaciones íntimas, otros no tiene tanta suerte, carecen de capacidad afectiva y les cuesta hacer amigos, además de establecer una relación distante con la familia.

Tanto la capacidad como el deseo de formar relaciones emocionales están asociados a la organización y funcionamiento de partes específicas del cerebro humano, así como al equilibrio de los neurotransmisores (sustancias químicas que permiten la transmisión del impulso nervioso y sus conexiones). Así como el cerebro nos permite ver, oler, gustar, pensar y movernos, también es el órgano que nos permite amar o no amar. Estos sistemas cerebrales que nos permiten formar y mantener relaciones, se desarrollan durante la infancia. Las experiencias durante estos primeros y vulnerables años del desarrollo evolutivo de un individuo, influyen significativamente en el moldeado de la capacidad para formar relaciones íntimas y emocionalmente saludables. La empatía, el afecto, el deseo de compartir, el inhibirse de agredir, la capacidad de amar y ser amado y un sinnúmero de características de una persona asertiva, operativa y feliz, están asociadas a las capacidades medulares de apego formadas en la infancia y niñez temprana.
Definición de apego

En el campo del desarrollo infantil, el apego se refiere a un vínculo específico y especial que se forma entre madre-infante o cuidador primario-infante. El vínculo de apego tiene varios elementos claves:
Es una relación emocional perdurable con una persona en específico.
Dicha relación produce seguridad, sosiego, consuelo, agrado y placer.
La pérdida o la amenaza de pérdida de la persona, evoca una intensa ansiedad. Los investigadores de la conducta infantil entienden como apego la relación madre-infante, describiendo que esta relación ofrece el andamiaje funcional para todas las relaciones subsecuentes que el niño desarrollará en su vida.

Una relación sólida y saludable con la madre o cuidador primario, se asocia con una alta probabilidad de crear relaciones saludables con otros, mientras que un pobre apego parece estar asociado con problemas emocionales y conductuales a lo largo de la vida.
Teorías del apego

La preocupación por la relación temprana del niño con su madre fue uno de los temas centrales de muchos investigadores. Los primeros trabajos en esta línea fueron realizados por René Spitz, (1935) psicoanalista, quien comenzó sus trabajos observando el desarrollo de niños abandonados por sus madres que llegaban a centros de huérfanos. Estas observaciones le permitieron concluir que la madre sería la representante del medio externo y a través de ella el niño podía comenzar a constituir la objetividad de éste.

En 1958, Bowlby plantea una hipótesis que difiere por completo de la anterior. Postula que el vínculo que une al niño con su madre es producto de una serie de sistemas de conducta, cuya consecuencia previsible es aproximarse a la madre. Mas tarde, en 1968, Bowlby define la conducta de apego como cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con respecto a otro individuo diferenciado y preferido. Como resultado de la interacción del bebé con el ambiente y, en especial con la principal figura de ese ambiente, es decir la madre, se crean determinados sistemas de conducta, que son activados en la conducta de apego. Generalmente el apego tiene lugar en los primeros 8 a 36 meses de edad. En resumen sostiene que el sistema de apego está compuesto de tendencias conductuales y emocionales diseñadas para mantener a los niños en cercanía física de su madre o cuidadores.
Formas de apego

Las formas de apego se desarrollan en forma temprana y poseen alta probabilidad de mantenerse durante toda la vida. En base a como los individuos responden en relación a su figura de apego cuando están ansiosos, Ainsworth, Blewar, Waters y Wall, definieron los tres patrones más importantes de apego y las condiciones familiares que los promueven, existiendo el estilo seguro, el ansioso-ambivalente y el evasivo.
Los niños con estilos de apego seguro, son capaces de usar a sus cuidadores como una base de seguridad cuando están angustiados. Ellos tienen cuidadores que son sensibles a sus necesidades, por eso, tienen confianza que sus figuras de apego estarán disponibles, que responderán y les ayudarán en la adversidad. En el dominio interpersonal, las personas con apego seguro tienden a ser más cálidas, estables y con relaciones íntimas satisfactorias, y en el dominio intrapersonal, tienden a ser más positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismo.
Los niños con estilos de apego evasivo, exhiben un aparente desinterés y desapego a la presencia de sus cuidadores durante períodos de angustia. Estos niños tienen poca confianza en que serán ayudados, poseen inseguridad hacia los demás, miedo a la intimidad y prefieren mantenerse distanciados de los otros.
Los niños con estilos de apego ansioso-ambivalente, responden a la separación con angustia intensa y mezclan comportamientos de apego con expresiones de protesta, enojo y resistencia. Debido a la inconsistencia en las habilidades emocionales de sus cuidadores, estos niños no tienen expectativas de confianza respecto al acceso y respuesta de sus cuidadores.
Las experiencias que forman vínculo

El acto de coger el bebé al hombro, mecerlo, cantarle, alimentarlo, mirarlo detenidamente, besarlo y otras conductas nutrientes asociadas al cuidado de infantes y niños pequeños, son experiencias de vinculación. Algunos factores cruciales de estas experiencias de vinculación incluyen la calidad y la cantidad.

Los científicos consideran que el factor más importante en la creación del apego, es el contacto físico positivo (ej: abrazar, besar, mecer, etc.), ya que estas actividades causan respuestas neuroquímicas específicas en el cerebro que llevan a la organización normal de los sistemas cerebrales responsables del apego.

Durante los primeros tres años de vida, el cerebro desarrolla un 90% de su tamaño adulto y coloca en su lugar la mayor parte de los sistemas y estructuras que serán responsables de todo el funcionamiento emocional, conductual, social y fisiológico para el resto de la vida. De allí que las experiencias de vinculación conducen a un apego y capacidades de apego saludables cuando ocurren en los primeros años.

La relación más importante en la vida de un niño es el apego a su madre o cuidador primario, esto es así, ya que esta primera relación determina el “molde” biológico y emocional para todas sus relaciones futuras. Un apego saludable a la madre, construido de experiencias de vínculo repetitivas durante la infancia, provee una base sólida para futuras relaciones saludables.

En la actualidad está tomando importancia la relación o vínculo de apego del niño con el padre, figura ésta de gran importancia para el normal desarrollo evolutivo de todo ser.

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